Dignidad Inquebrantable: La Historia del Director del Penal de Aguaruto que se Negó a Encarcelar a Líderes Estudiantiles de la UAS en 1970

Culiacán, Sinaloa – Una fotografía histórica, rescatada años después en un semanario, ha revivido uno de los capítulos más dignos y riesgosos de la lucha política y estudiantil en Sinaloa: el gesto de humanidad y convicción del director del penal de Aguaruto, el Lic. Francisco Gil Leyva, quien se negó a tratar como criminales a los líderes estudiantiles de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) presos por motivos políticos en 1970.
La Orden y la Contraorden en Aguaruto
La crónica se remonta al 8 de abril de 1970, día en que un numeroso grupo de dirigentes estudiantiles de la UAS, arrestados por su participación en el movimiento, ingresaron al Penal de Aguaruto, Sinaloa.
El entonces director del penal, el Lic. Francisco Gil Leyva, recibió una orden directa y tajante: “Todos estos revoltosos, pasan a las celdas, a las más sucias.”
Sin embargo, Gil Leyva, un insigne maestro, abogado e intelectual sinaloense, tomó una decisión histórica que le costaría su puesto. Recibió la indicación, no contestó, y dio una contraorden que resuena con un profundo sentido de justicia:
“Todos estos jóvenes, que luchan por sus ideales no ingresan al penal. Se quedan en el área de oficinas administrativas, porque delincuentes no lo son.”
El director remató su gesto con una frase que mostraba su convicción como universitario: “No voy a ser carcelero de estudiantes”.
Los Estudiantes Presos
La fotografía, tomada ese día, inmortalizó a los jóvenes líderes estudiantiles que purgaban cárcel por el movimiento de 1970-1972. Entre ellos se encontraban:
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Parados (de izquierda a derecha): Camilo Valenzuela Fierro, Jorge Delgado Cortez, Rito Terán Olguín, el Lic. Francisco Gil Leyva, Fausto Burgueño Lomelí, Olegario Armenta Bojórquez, Jorge Medina Viedas, Liberato Terán Olguín y Heriberto Gaxiola Zambrano.
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Sentados (de izquierda a derecha): Eleazar Salinas Olea, Javier Epifanio Beltrán Peña, Guillermo Juangorena Tamayo, Lorenzo Q. Terán y Manuel Meléndrez Franco.
Represalia y Gratitud
El gesto de dignidad de Gil Leyva tuvo una inmediata represalia por parte del poder político: Dos meses después, llegó un nuevo director al penal, forzando la salida del abogado universitario.
Años más tarde, cuando la foto y la crónica se publicaron, los ex-presos políticos no dudaron en expresar su reconocimiento: “Quienes purgamos cárcel por el movimiento de 1970-1972 tenemos una deuda de gratitud con el insigne maestro, abogado e intelectual sinaloense. Francisco Gil Leyva.”
Esta historia, originalmente publicada en la “Tribuna Impresa” crónica periodística (1966-1970), sirve como un poderoso recordatorio de la lucha por la autonomía universitaria y los sacrificios de quienes, desde el servicio público, defendieron los ideales de la juventud.
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Le reconozco a usted por publicar esos recuerdos que deben permanecer para las nuevas generaciones de ciudadanos, estudiantes y dirigentes, que vean por dónde está el rumbo correcto hacia la dignidad.
Correcto mi estimada Irma, el reconocimiento a esos luchadores universitarios.
“Luchar, luchar, luchar, ese es el precio por conquistar la Libertad y al mismo tiempo, los laureles de gloria, para quienes están dispuestos a vivir con dignidad”
Mohamed Alí Seineldín
No hay nada más digno y valiente de tal actuación ante la injusticia basado en la firme convicción de acuerdo a los valores éticos y morales que rigen una vida recta.
Estoy de acuerdo con usted.
“La dignidad no se compra porque no reside en bienes materiales (dinero, reputación) sino en la virtud y la perfección del alma”.
SOCRATRES
Ante todo valoro la magnitud de su integridad, con la intension de despertar una vez mas, los eventos ocurridos a travez del tiempo, mismos que han marcado la historia del
actuar.
La firme decisión de hacer lo correcto, nos permite vislumbrar el camino a seguir, sin importar los posibles golpes que se generen.
Así es mi estimado Marco, ya lo dijo Aristóteles, “La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos”.
Hay decisiones que definen una vida. En 1970, cuando tuvo que elegir entre obedecer una orden injusta o defender a jóvenes estudiantes, eligió lo segundo. Perdió el puesto, pero conservó lo más importante: la dignidad.
Así es mi estimado Federico, y como decía Sócrates “La dignidad no se compra porque no reside en bienes materiales (dinero, reputación) sino en la virtud y la perfección del alma”.